martes, 17 de febrero de 2009

Evangelio 18 de Febrero 2009

Tiempo Ordinario: (1ª Parte)

1ª Lectura
Gén 8,6-13
6 Al cabo de cuarenta días, Noé abrió la ventana que había hecho en el arca 7 y soltó un cuervo, el cual estuvo volando, yendo y viniendo, hasta que se secaron las aguas sobre la tierra. 8 Después soltó una paloma, para ver si se habían secado las aguas sobre la superficie de la tierra. 9 La paloma, no encontrando dónde posarse, volvió de nuevo al arca, porque las aguas cubrían la superficie de toda la tierra. Noé sacó la mano, la agarró y la metió en el arca. 10 Esperó siete días más, y de nuevo soltó la paloma fuera del arca. 11 Y por la tarde volvió, trayendo en su pico una rama de olivo. Así conoció Noé que las aguas no cubrían ya la superficie de la tierra. 12 Esperó otros siete días, y de nuevo soltó la paloma, que ya no volvió más. 13 El año seiscientos uno de la vida de Noé, el día uno del primer mes, se secaron las aguas sobre la superficie de la tierra. Noé levantó la cubierta del arca, miró y vio que la superficie de la tierra estaba seca.

Gén 8,20-22
20 Noé levantó un altar al Señor y, tomando de todos los animales puros y de todas las aves puras, ofreció holocaustos sobre él. 21 El Señor aspiró el perfume agradable, y se dijo: «No maldeciré más la tierra por causa del hombre, porque los impulsos del corazón del hombre tienden al mal desde su adolescencia; jamás volveré a castigar a los seres vivientes como acabo de hacerlo. 22 Mientras dure la tierra, sementera y cosecha, frío y calor, verano e invierno,día y noche no cesarán más».

Salmo Responsorial
Sal 116,12-13
12 ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? 13 Alzaré la copa de la victoria e invocaré el nombre del Señor;

Sal 116,14-15
14 cumpliré mis promesas al Señor en presencia de todo el pueblo. 15 Al Señor le cuesta mucho ver morir a sus amigos.

Sal 116,18-19
18 cumpliré mis promesas al Señor en presencia de todo su pueblo, 19 en los atrios de la casa del Señor, en medio de ti, Jerusalén.

Evangelio
Mc 8,22-26
22 Llegaron a Betsaida, le trajeron un ciego y le suplicaron que lo tocase. 23 Jesús cogió de la mano al ciego, lo sacó fuera de la aldea, le echó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: «¿Ves algo?». 24 Empezó a ver, y dijo: «Veo hombres, y los veo andar como si fueran árboles». 25 Luego le puso otra vez las manos sobre los ojos, y vio claramente; recobró la vista, y
veía todo desde lejos. 26 Jesús le mandó a su casa, diciéndole: «No entres siquiera en la aldea».

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