martes, 19 de abril de 2011

Evangelio 20 de Abril de 2011

  • Primera Lectura: Isaías 50, 4-9a
    "No he sustraído mi rostro a los insultos y salivazos"

    En aquel entonces dijo Isaías:
    «El Señor me ha dado una lengua de discípulo para que sepa sostener con mi palabra al cansado. Cada mañana me despierta el oído, para que escuche como los discípulos. El Señor me ha abierto el oído, y yo no me he resistido ni me he echado atrás.
    Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, mis mejillas a los que tiraban mi barba; no oculté la cara ante los insultos y salivazos. El Señor me ayuda, por eso soportaba las ofensas, por eso endurecí mi cara como una piedra, sabiendo que no quedaría defraudado. Mi defensor está cerca, ¿quién me denunciará? ¡Comparezcamos juntos! ¿Quién me va a acusar? ¡Que venga a decírmelo! Sepan que el Señor me ayuda: ¿Quién me condenará?»

  • Salmo Responsorial: 68
    "Por tu bondad, Señor, socórreme."

    Por ti sufro el insulto y la vergüenza cubre mi rostro. Soy un extranjero para mis hermanos, un extraño para los hijos de mi madre. Me desvelo por defender tu templo, y el insulto de los que te insultan cae sobre mí.
    R. Por tu bondad, Señor, socórreme.

    Los insultos me han roto el corazón y casi muero; espero compasión, y no la hay; consoladores, y no los encuentro. Me pusieron veneno en la comida, me dieron a beber vinagre para mi sed.
    R. Por tu bondad, Señor, socórreme.

    Yo alabaré el nombre de Dios con cantos, proclamaré su grandeza dándole gracias. Véanlo ustedes, los humildes, y alégrense, recobren el ánimo los que buscan a Dios. Porque el Señor escucha a los necesitados, y no rechaza a sus cautivos.
    R. Por tu bondad, Señor, socórreme.

  • Evangelio: Mateo 26, 14-25
    "¡Ay de aquél por quien el Hijo del hombre va a ser entregado!"

    En aquel tiempo, uno de los Doce, el llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo:
    «¿Qué me dan si les entrego a Jesús?»
    Ellos le ofrecieron treinta monedas de plata.
    Y desde ese momento buscaba la oportunidad para entregarlo.
    El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron:
    «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de pascua?»
    El respondió:
    «Vayan a la ciudad, a casa de Fulano, y díganle: “El Maestro dice: Se acerca el momento, y quiero celebrar la pascua en tu casa con mis discípulos”».
    Ellos hicieron lo que Jesús les había ordenado y prepararon la cena de pascua.
    Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce, y mientras cenaban les dijo:
    «Les aseguro que uno de ustedes me va a entregar».
    Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno:
    «¿Acaso soy yo, Señor?»
    Jesús respondió:
    «El que come en el mismo plato que yo, ése me entregará. El Hijo del hombre se va, tal como está escrito de él; pero ¡ay de aquél que entrega al Hijo del hombre! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!»
    Entonces preguntó Judas, el traidor:
    «¿Soy yo acaso, maestro?»
    Y Jesús le respondió:
    «Tú lo has dicho».

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