jueves, 21 de abril de 2011

Evangelio 21 de Abril de 2011

  • Primera Lectura: Exodo 12, 1-8.11-14
    "Prescripciones sobre la cena pascual"

    En aquellos días, el Señor dijo a Moisés y a Aarón en Egipto:
    «Este mes será para ustedes el más importante de todos, será el primer mes del año. Digan a toda la asamblea de Israel:
    Que el día décimo de este mes prepare cada uno un cordero por familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comerlo entero, que invite a cenar en su casa a su vecino más próximo, según el número de personas y la porción de cordero que cada cual pueda comer.
    Será un animal sin defecto, macho, de un año; podrá ser cordero o cabrito. Lo guardarán hasta el día catorce de este mes, y toda la comunidad de Israel lo inmolará al atardecer. Luego rociarán con la sangre el marco de la puerta en las casas donde vayan a comerlo. Lo comerán esa noche asado al fuego, con panes sin levadura y hierbas amargas. Y lo comerán así: el cinturón puesto, los pies calzados, bastón en mano y a toda prisa, porque es la pascua del Señor.
    Esa noche pasaré yo por el país de Egipto y mataré a todos sus primogénitos, tanto de los hombres como de los animales. Así ejecutaré mi sentencia contra todos los dioses de Egipto. Yo, el Señor. La sangre servirá de señal en las casas donde estén; al ver yo la sangre, pasaré de largo y, cuando yo castigue a Egipto, la plaga exterminadora no los alcanzará cuando hiera yo a Egipto.
    Este día lo recordarán siempre y lo celebrarán como fiesta del Señor, institución perpetua para todas las generaciones».

  • Salmo Responsorial: 115
    "Gracias, Señor, por tu sangre que nos lava."

    ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Levantaré el cáliz de la salvación, invocando su nombre.
    R. Gracias, Señor, por tu sangre que nos lava.

    El Señor siente profundamente la muerte de sus fieles. Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava; rompiste mis ataduras.
    R. Gracias, Señor, por tu sangre que nos lava.

    Te ofreceré un sacrificio de acción de gracias invocando tu nombre; cumpliré mis promesas al Señor en presencia de todo el pueblo.
    R. Gracias, Señor, por tu sangre que nos lava.

  • Segunda Lectura: I Corintios 11, 23-26
    "Cada vez que comen de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del Señor"

    Hermanos: Por lo que a mí toca, del Señor recibí la tradición que les he transmitido, a saber, que Jesús, el Señor, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, después de dar gracias, lo partió y dijo:
    «Esto es mi cuerpo entregado por ustedes; hagan esto en memoria mía».
    Igualmente, después de cenar, tomó el cáliz y dijo:
    «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; cuantas veces beban de él, háganlo en memoria mía».
    Así pues, siempre que coman de este pan y beban de este cáliz, anuncian la muerte del Señor hasta que él venga.

  • Evangelio: Juan 13, 1-15
    "Los amó hasta el extremo"

    Era la víspera de la fiesta de la pascua. Jesús sabía que le había llegado la hora de dejar este mundo para ir al Padre. Y él, que había amado a los suyos, que estaban en el mundo, llevó su amor hasta el final.
    Estaban cenando y ya el diablo había convencido a Judas Iscariote, hijo de Simón, para que entregara a Jesús. Entonces Jesús, sabiendo que el Padre le había entregado todo, y que de Dios había venido y a Dios regresaba, se levantó de la mesa, se quitó el manto, tomó una toalla y se la colocó en la cintura.
    Después echó agua en una palangana y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba a la cintura.
    Cuando llegó a Simón Pedro, éste se resistió:
    «Señor, ¿cómo vas a lavarme tú a mí los pies?»
    Jesús le contestó:
    «Lo que estoy haciendo, tú no lo puedes comprender ahora; lo comprenderás después».
    Pedro insistió:
    «Jamás permitiré que me laves los pies».
    Entonces Jesús le contestó:
    «Si no te lavo los pies, no tendrás nada que ver conmigo».
    Simón Pedro reaccionó diciendo:
    «Señor, no sólo los pies; lávame también las manos y la cabeza».
    Pero Jesús le dijo:
    «El que se ha bañado sólo necesita lavarse los pies, porque está completamente limpio; y ustedes están limpios, aunque no todos».
    Sabía muy bien Jesús quién lo iba a entregar; por eso dijo: “No todos están limpios”.
    Después de lavarles los pies, se puso de nuevo el manto, volvió a sentarse a la mesa y dijo:
    «¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque efectivamente lo soy. Pues bien, si yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben hacer lo mismo unos con otros. Les he dado ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes».

No hay comentarios: