Formación y discernimiento. Los centros espirituales ante el supermercado de ofertas espirituales
Valparaíso, 17, 18 y 19 de Septiembre de 2003
El presente trabajo intenta ofrecer algunas líneas de pensamiento, frente a las diferentes ofertas religiosas o pseudoreligiosas que se ofrecen en nuestra cultura actual. Tendremos en cuenta, además de otras consultas y lecturas realizadas, el documento interdicasterial sobre la problemática de la nueva era, titulado Jesucristo portador del agua de la vida[1]
Intentaremos desarrollar nuestra exposición en tres núcleos fundamentales que nos permitirán tener una visión aproximadamente integral a una cuestión nada fácil de encarar por las múltiples incidencias que tal propuesta encierra en sí misma.
1. Las raíces de esta cuestión. El pensamiento kantiano. El subjetivismo absoluto. La disolución de la identidad cultural y personal (que afecta hasta la estructura misma de la persona, como es el llamado “problema del género”) el constructivismo pedagógico, la disolución de los fines y de la moralidad. Los medios masivos de comunicación social como divulgadores y promotores de estas corrientes. El problema gnoseológico y la no-aceptación de límite alguno (ni siquiera el límite que la realidad impone).[2]
2. Consecuencias concretas: disolución del esquema tradicional de los trascendentales del ser: el bien la verdad y la belleza objetiva, su reemplazo por el imperio del consenso y la opinión. La muerte de la moral. El nuevo valor de las palabras. La inversión de la relación hombre-Dios. L oferta de un Dios sin exigencias morales.
3. Propuestas de superación desde una perspectiva católica. Encarnación y revalorización de la historia. La realidad humana individual y social. La posibilidad del conocimiento objetivo. El eficaz impacto del testimonio. El verdadero dialogo inter-religioso, el respeto por la alteridad y la diversidad, la fidelidad a la verdad objetiva.[3]
Intentaremos teniendo en cuenta lo anteriormente expresado desarrollar nuestra exposición, que tiene en cuenta las claves fundamentales con las que es indispensable enfrentar esta nueva situación.
Es importante determinar con claridad el tipo de relación que desde la óptica judeocristiana se establece entre Dios y el hombre. Entre estas características, se destacan la objetividad y la distinción entre Dios y el hombre, la gratuidad de la alianza establecida. Es importante distinguir para unir, evitando toda forma de confusión que se realiza en la propuesta de la nueva era. Por eso si bien, como lo establece el documento citado, hay elementos positivos que responden a necesidades auténticamente humanas, sin embargo la confusión diluye en el fondo una auténtica relación entre Dios y el hombre y entre éste el mundo y Dios mismo. Elementos panteísticos y sincréticos aparecen por doquier, y en el fondo todo es Dios y Dios es todo, lo cual lleva la despersonalización completa de la religión en todos sus niveles. Al separar la religiosidad de la fe, hace imposible la relación armónica entre fe y razón que permite una complementación mutua y un crecimiento armónico de la persona que asume el compromiso de la fe
Valparaíso, 17, 18 y 19 de Septiembre de 2003
El presente trabajo intenta ofrecer algunas líneas de pensamiento, frente a las diferentes ofertas religiosas o pseudoreligiosas que se ofrecen en nuestra cultura actual. Tendremos en cuenta, además de otras consultas y lecturas realizadas, el documento interdicasterial sobre la problemática de la nueva era, titulado Jesucristo portador del agua de la vida[1]
Intentaremos desarrollar nuestra exposición en tres núcleos fundamentales que nos permitirán tener una visión aproximadamente integral a una cuestión nada fácil de encarar por las múltiples incidencias que tal propuesta encierra en sí misma.
1. Las raíces de esta cuestión. El pensamiento kantiano. El subjetivismo absoluto. La disolución de la identidad cultural y personal (que afecta hasta la estructura misma de la persona, como es el llamado “problema del género”) el constructivismo pedagógico, la disolución de los fines y de la moralidad. Los medios masivos de comunicación social como divulgadores y promotores de estas corrientes. El problema gnoseológico y la no-aceptación de límite alguno (ni siquiera el límite que la realidad impone).[2]
2. Consecuencias concretas: disolución del esquema tradicional de los trascendentales del ser: el bien la verdad y la belleza objetiva, su reemplazo por el imperio del consenso y la opinión. La muerte de la moral. El nuevo valor de las palabras. La inversión de la relación hombre-Dios. L oferta de un Dios sin exigencias morales.
3. Propuestas de superación desde una perspectiva católica. Encarnación y revalorización de la historia. La realidad humana individual y social. La posibilidad del conocimiento objetivo. El eficaz impacto del testimonio. El verdadero dialogo inter-religioso, el respeto por la alteridad y la diversidad, la fidelidad a la verdad objetiva.[3]
Intentaremos teniendo en cuenta lo anteriormente expresado desarrollar nuestra exposición, que tiene en cuenta las claves fundamentales con las que es indispensable enfrentar esta nueva situación.
Es importante determinar con claridad el tipo de relación que desde la óptica judeocristiana se establece entre Dios y el hombre. Entre estas características, se destacan la objetividad y la distinción entre Dios y el hombre, la gratuidad de la alianza establecida. Es importante distinguir para unir, evitando toda forma de confusión que se realiza en la propuesta de la nueva era. Por eso si bien, como lo establece el documento citado, hay elementos positivos que responden a necesidades auténticamente humanas, sin embargo la confusión diluye en el fondo una auténtica relación entre Dios y el hombre y entre éste el mundo y Dios mismo. Elementos panteísticos y sincréticos aparecen por doquier, y en el fondo todo es Dios y Dios es todo, lo cual lleva la despersonalización completa de la religión en todos sus niveles. Al separar la religiosidad de la fe, hace imposible la relación armónica entre fe y razón que permite una complementación mutua y un crecimiento armónico de la persona que asume el compromiso de la fe
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