sábado, 17 de enero de 2009

Evangelio 18 de Enero 2009

Tiempo Ordinario: (1ª Parte)

1ª Lectura
1Sam 3,3-10
3 La lámpara de Dios todavía no estaba apagada, y Samuel dormía en el templo del Señor, donde estaba el arca de Dios. 4 El Señor lo llamó: «¡Samuel, Samuel!». Él respondió: «Aquí estoy». 5 Fue corriendo donde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy, pues me has llamado». Elí dijo: «No te he llamado; vuelve a dormir». Y Samuel fue a acostarse. 6 Por segunda vez lo llamó el Señor: «¡Samuel!». Y Samuel se levantó, fue adonde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy, pues me has llamado». Elí respondió: «No te he llamado; vuelve a acostarte, hijo mío». 7 Samuel no conocía todavía al Señor, pues la palabra del Señor todavía no se le había revelado. 8 Por tercera vez lo llamó el Señor: «¡Samuel!». Se levantó, fue adonde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy, pues me has llamado». Comprendió entonces Elí que era el Señor el que lo llamaba, 9 y le dijo: «Vete a acostarte, y si te llaman, dirás: Habla, Señor, que tu siervo escucha». Y Samuel fue a acostarse. 10 El Señor se presentó y lo llamó como otras veces: «¡Samuel, Samuel!». Samuel respondió: «Habla, que tu siervo escucha».
1Sam 3,19
19 Samuel creció, y el Señor estaba con él; no dejó de
cumplirse ni una sola de sus palabras.

Salmo Responsorial
Sal 40,2
2 En el Señor he puesto toda mi esperanza, él se inclinó hacia mí y escuchó mi grito;

Sal 40,4
4 puso en mi boca un cantar nuevo, una alabanza para nuestro Dios. Muchos, al verlo, temerán y confiarán en el Señor.

Sal 40,7-8
7 Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, no pides holocaustos ni sacrificios por el pecado; en cambio, me has abierto el oído, 8 por lo que entonces dije: «Aquí estoy, en el libro está escrito de mí:

Sal 40,8-9
8 por lo que entonces dije: «Aquí estoy, en el libro está escrito de mí: 9 Dios mío, yo quiero hacer tu voluntad, tu ley está en el fondo de mi alma».

Sal 40,10
10 Pregoné tu justicia a la gran asamblea, no he cerrado mis labios; tú lo sabes, Señor.

2ª Lectura
1Cor 6,13-15
13 «Los manjares para el estómago y el estómago para los manjares». Pero Dios exterminará ambas cosas. El cuerpo no es para la lujuria, sino para el Señor, y el Señor, para el cuerpo. 14 Dios resucitó al Señor, y nos resucitará también a nosotros con su poder. 15 ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Y voy yo a usar los miembros de Cristo para hacerlos miembros de una prostituta? ¡Jamás!
1Cor 6,17-20
17 Pero el que se une al Señor es un solo espíritu con él. 18 Huid de la lujuria. Cualquier otro pecado cometido por el hombre queda fuera del cuerpo, pero el pecado de lujuria daña al propio cuerpo. 19 ¿No sabéis que uestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que habita en vosotros, y que habéis recibido de Dios? Ya no os pertenecéis a vosotros mismos. 20 Habéis sido comprados a gran precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo.

EvangelioLa Biblia en CD-ROM


18/ 1/09

Tiempo Ordinario: (1ª Parte)

1ª Lectura
1Sam 3,3-10
3 La lámpara de Dios todavía no estaba apagada, y
Samuel dormía en el templo del Señor, donde estaba el
arca de Dios. 4 El Señor lo llamó: «¡Samuel, Samuel!».
Él respondió: «Aquí estoy». 5 Fue corriendo donde
estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy, pues me has llamado».
Elí dijo: «No te he llamado; vuelve a dormir». Y Samuel
fue a acostarse. 6 Por segunda vez lo llamó el Señor:
«¡Samuel!». Y Samuel se levantó, fue adonde estaba Elí y
le dijo: «Aquí estoy, pues me has llamado». Elí
respondió: «No te he llamado; vuelve a acostarte, hijo
mío». 7 Samuel no conocía todavía al Señor, pues la
palabra del Señor todavía no se le había revelado. 8 Por
tercera vez lo llamó el Señor: «¡Samuel!». Se levantó, fue
adonde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy, pues me has
llamado». Comprendió entonces Elí que era el Señor el
que lo llamaba, 9 y le dijo: «Vete a acostarte, y si te
llaman, dirás: Habla, Señor, que tu siervo escucha». Y
Samuel fue a acostarse.
10 El Señor se presentó y lo llamó como otras veces:
«¡Samuel, Samuel!». Samuel respondió: «Habla, que tu
siervo escucha».
1Sam 3,19
19 Samuel creció, y el Señor estaba con él; no dejó de
cumplirse ni una sola de sus palabras.

Salmo Responsorial
Sal 40,2
2 En el Señor he puesto toda mi esperanza,
él se inclinó hacia mí y escuchó mi grito;
Sal 40,4
4 puso en mi boca un cantar nuevo,
una alabanza para nuestro Dios.
Muchos, al verlo, temerán y confiarán en el Señor.

Sal 40,7-8
7 Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
no pides holocaustos ni sacrificios por el pecado;
en cambio, me has abierto el oído,
8 por lo que entonces dije:
«Aquí estoy, en el libro está escrito de mí:

Sal 40,8-9
8 por lo que entonces dije:
«Aquí estoy, en el libro está escrito de mí:
9 Dios mío, yo quiero hacer tu voluntad,
tu ley está en el fondo de mi alma».
Sal 40,10
10 Pregoné tu justicia a la gran asamblea,
no he cerrado mis labios; tú lo sabes, Señor.

2ª Lectura
1Cor 6,13-15
13 «Los manjares para el estómago y el estómago para los
manjares». Pero Dios exterminará ambas cosas. El cuerpo
no es para la lujuria, sino para el Señor, y el Señor, para el
cuerpo. 14 Dios resucitó al Señor, y nos resucitará
también a nosotros con su poder. 15 ¿No sabéis que
vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Y voy yo a
usar los miembros de Cristo para hacerlos miembros de
una prostituta? ¡Jamás!
1Cor 6,17-20
17 Pero el que se une al Señor es un solo espíritu con él.
18 Huid de la lujuria. Cualquier otro pecado cometido
por el hombre queda fuera del cuerpo, pero el pecado de
lujuria daña al propio cuerpo. 19 ¿No sabéis que
vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que habita
en vosotros, y que habéis recibido de Dios? Ya no os
pertenecéis a vosotros mismos. 20 Habéis sido
comprados a gran precio; glorificad, pues, a Dios en
vuestro cuerpo.

Evangelio
Jn 1,35-42
35 Al día siguiente, Juan estaba todavía allí con dos de sus discípulos; 36 vio a Jesús, que pasaba, y dijo: «Éste es el cordero de Dios». 37 Los dos discípulos lo oyeron y se fueron con Jesús. 38 Jesús se volvió y, al verlos, les dijo: «¿Qué buscáis?». Ellos le dijeron: «Rabí (que significa maestro), ¿dónde vives?». 39 Él les dijo: «Venid y lo veréis». Fueron, vieron dónde vivía y
permanecieron con él aquel día. Eran como las cuatro de la tarde. 40 Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que había oído a Juan, y se había ido con Jesús. 41 Andrés encontró a su hermano Simón y le dijo: «Hemos encontrado al mesías» (que significa el Cristo). 42 Y se lo presentó a Jesús. Jesús le miró y dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» (que significa piedra).

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