Según informa Radio Vaticano, el Santo Padre en su discurso se refirió a "los nuevos problemas y las nuevas esclavitudes de nuestro tiempo: en el llamado primer mundo, rico pero incierto sobre su futuro, como en los Países emergentes donde también, a causa de una globalización marcada por la ganancia, acaban por aumentar las masas de los pobres, emigrantes y oprimidos, en quienes se debilita la luz de la esperanza".
Asimismo recordó el compromiso de la Iglesia de llevar siempre a Cristo, "de prolongar su misión mesiánica para el adviento del Reino de Dios, Reino de justicia, de paz, de libertad y de amor, añadiendo que transformar al mundo según el proyecto de Dios, con la fuerza renovadora del Evangelio, es tarea del entero Pueblo de Dios".
Por ello es necesario "continuar con renovado entusiasmo la obra de evangelización, el anuncio gozoso del Reino de Dios, venido en Cristo en la potencia del Espíritu Santo para conducir a los hombres hacia la verdadera libertad de los hijos de Dios, contra toda forma de esclavitud".
Benedicto XVI también aseguró que "es necesario lanzar las redes del Evangelio en el mar de la historia para conducir a los hombres hacia la tierra de Dios".
Citando la exhortación pastoral Verbum Domini, dijo que la misión de anunciar la Palabra de Dios "es tarea de todos los discípulos de Cristo, como consecuencia de su bautismo", y recordó que "para que se dé un decidido compromiso en la evangelización se hace necesario que cada cristiano, así como las comunidades, crean verdaderamente que "la Palabra de Dios es la verdad salvífica de la que cada hombre en cada tiempo tiene necesidad".
"Si ésta convicción de fe no está profundamente arraigada en nuestra vida –añadió– no podremos experimentar la pasión y la belleza de anunciarla".
El Papa explicó luego que "en realidad cada cristiano debería hacer propia la urgencia de trabajar para le edificación del Reino de Dios" y resaltó "que en la Iglesia todo está al servicio de la evangelización: cada sector de su actividad y también cada persona, en las varias tareas que está llamada a realizar".
"Todos deben ser partícipes en la misión ad gentes: obispos, presbíteros, religiosos y religiosas, laicos. Ningún creyente en Cristo puede sentirse extraño a esta responsabilidad que proviene de la pertenencia sacramental al Cuerpo de Cristo".
Para anunciar el Evangelio, prosiguió el Papa, es necesario "dejarse aferrar completamente por Cristo, Palabra de Dios encarnada, porque solo quien, con atención, escucha al Verbo encarnado que está íntimamente unido a Él, puede anunciarlo".
"El mensajero del Evangelio debe permanecer bajo el dominio de la Palabra y alimentarse de los Sacramentos, linfa vital de la que dependen la existencia y el ministerio misionero". Por ello, enfatizó, "radicados profundamente en Cristo y en su Palabra se puede ser capaz de no ceder a la tentación de reducir la evangelización a un proyecto puramente humano, social, escondiendo o callando la dimensión trascendente de la salvación ofrecida por Dios en Cristo".
En esta tarea, el que anuncia el Evangelio debe ser capaz de amar hasta el martirio, continuó el Santo Padre: "la Iglesia no puede faltar en su misión de llevar la luz de Cristo, de proclamar el feliz anuncio del Evangelio, aún si ello comparta la persecución".
"Los cristianos no deben sentir temor, aunque sean actualmente el grupo religioso que sufre el mayor número de persecuciones a causa de la propia fe. San Pablo afirma que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro".
Finalmente el Papa señaló que "vuestra obra es preciosa para la edificación de la Iglesia, destinada a ser la ‘casa común’ de toda la humanidad".
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