lunes, 16 de mayo de 2011

Evangelio 17 de Mayo de 2011

  • Primera Lectura: Hechos 11, 19-26
    "Comenzaron a predicar a los griegos el Evangelio del Señor Jesús"

    En aquellos días, los que se habían dispersado a causa de la persecución provocada por el caso de Esteban, llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, pero sólo predicaban la palabra a los judíos. Había, sin embargo, entre ellos algunos chipriotas y cirenenses, los cuales, al llegar a Antioquía, predicaban también a los no judíos, anunciándoles la buena noticia del Señor Jesús. El poder del Señor estaba con ellos, y fue grande el número de los que creyeron y se convirtieron al Señor.
    Cuando se enteraron de esto los de la iglesia de Jerusalén, enviaron a Bernabé a Antioquía. Una vez que éste llegó y vio lo que había realizado la gracia de Dios, se alegró y exhortaba a todos para que se mantuvieran fieles al Señor, pues era un hombre bueno y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una considerable multitud se unió al Señor.
    Después fue a Tarso a buscar a Saulo. Cuando lo encontró, lo llevo a Antioquía, y estuvieron juntos un año entero en aquella iglesia, enseñando a muchos. En Antioquía fue donde por primera vez se llamó a los discípulos «cristianos».

  • Salmo Responsorial: 86
    "Alaben al Señor todos los pueblos."

    El Señor ha cimentado a Sión sobre el monte santo, el Señor ama las puertas de Sión más que a todas las moradas de Jacob. Cosas sorprendentes se dicen de ti, ciudad de Dios.
    R. Alaben al Señor todos los pueblos.

    Mencionaré a Egipto y a Babilonia entre los que la conocen, filisteos, tirios y etíopes han nacido allí. Se dirá de Sión: «Todos han nacido en ella, él mismo, el Altísimo, la ha fundado».
    R. Alaben al Señor todos los pueblos.

    El Señor inscribe en el libro de los pueblos: «Este nació allí». Y danzarán y cantarán: «Todas mis fuentes están en ti».
    R. Alaben al Señor todos los pueblos.

  • Evangelio: Juan 10, 22-30
    "El Padre y yo somos uno"

    Por aquellos días, se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. En esto, se le acercaron los judíos, lo rodearon y le dijeron:
    «¿Hasta cuándo vas a tenernos en suspenso? Si eres el Cristo, dilo claramente de una vez».
    Jesús les respondió:
    «Ya les dije con toda claridad y no me han creído. Las obras que yo hago por encargo de mi Padre dan testimonio de mí; ustedes, sin embargo, no me creen, porque no pertenecen a las ovejas de mi rebaño. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán para siempre; nadie puede arrebatármelas. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos, y nadie puede
    arrebatárselas. El Padre y yo somos uno».

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